Página 72 - LIBRO buen vivir

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15. Proteger, restablecer y promover el uso
sostenible de los ecosistemas terrestres,
efectuar una ordenación sostenible de los
bosques, luchar contra la desertificación,
detener y revertir la degradación de las
tierras y poner freno a la pérdida de la
diversidad biológica.
Para 2020 asegurar la conservación, restauración y uso sostenible de los ecosistemas
terrestres y de agua dulce tierra adentro y de sus servicios, en particular los bosques,
los humedales, las montañas y las tierras secas, en línea con las obligaciones derivadas
de acuerdos internacionales
Para 2020, promover la aplicación de la gestión sostenible de todos los tipos de
bosques, detener la deforestación, restaurar bosques degradados, y aumentar la
forestación y reforestación por x% a nivel mundial
Para 2020, combatir la desertificación, y recuperar las tierras y suelos degradados,
incluyendo tierras afectadas por la desertificación, la sequía y las inundaciones, y
esforzarse por lograr un mundo neutral respecto de la degradación de la tierra
Para 2030 asegurar la conservación de los ecosistemas de montaña, incluyendo
su biodiversidad, para mejorar su capacidad para proporcionar beneficios que son
esenciales para el desarrollo sostenible
Tomar medidas urgentes y significativas para reducir la degradación del hábitat natural,
detener la pérdida de biodiversidad, y para el 2020 proteger y evitar la extinción de
especies amenazadas
Garantizar la distribución justa y equitativa de los beneficios derivados de la utilización
de los recursos genéticos, y promover el acceso adecuado a los recursos genéticos
Tomar medidas urgentes para poner fin a la caza furtiva y el tráfico de especies
protegidas de flora y fauna, y hacer frente a la demanda y la oferta de productos
ilegales de vida silvestre
Para 2020 introducir medidas para prevenir la introducción y significativamente
reducir el impacto de las especies exóticas invasoras en los ecosistemas terrestres y
acuáticos, y controlar o erradicar las especies prioritarias
Stiglitz, Sen y Fitoussi detallan los límites de los indicadores monetarios de sostenibilidad débil como el PIB verde,
ahorro neto ajustado, índice de bienestar económico sostenible, índice de progreso económico genuino, debido a que
muchos activos ambientales no son transados en mercados y, por tanto, no tienen precio, o incluso cuando tienen
precios estos no reflejan bien su valoración debido a la existencia de mercados imperfectos, miopía e incertidumbre.
Además, estas valoraciones monetarias suponen que un tipo de capital puede ser sustituido por otro. Debido a estas
restricciones, las valoraciones monetarias deben restringirse por ahora en la medición del desempeño económico. En
consecuencia, recomiendan elaborar un conjunto de indicadores ambientales físicos como la huella de carbono (que
consideran mejor indicador que la huella ecológica), calidad del aire, calidad del agua y su disponibilidad, biodiversidad,
emisiones de gases, carga de nutrientes a los cuerpos de agua, abundancia de especies naturales especificadas como
claves, tasas de conversión de hábitats naturales a otros usos (fragmentación), la proporción de peces capturados más
allá de los límites biológicos seguros, concentraciones de partículas finas y ozono en la troposfera, desviación de la
temperatura del planeta respecto de lo normal, presupuesto disponible de C02, retroceso de los hielos permanentes,
pH de los océanos, cantidad de fitoplancton, indicadores físicos de biodiversidad. Consideran también que la medición
de la sostenibilidad ambiental debe ser tratada de forma separada que la del bienestar corriente y del desempeño
económico, y estar basada en un enfoque de stocks que mida la cantidad y calidad de distintos tipos de activos. Debe ser
un subsistema de un sistema mayor de indicadores (Stiglitz, Sen, & Fitoussi, 2010, págs. 97-136). Esta recomendación es
consistente con el tratamiento que se da al componente de la armonía con la naturaleza como subsistema del sistema
de indicadores del Buen Vivir.
Fander Falconí critica las métricas del enfoque de sustentabilidad débil basadas en valoraciones monetarias y aboga
también por el enfoque de sustentabilidad fuerte basado en indicadores físicos. Sugiere los siguientes indicadores:
En un nivel macro, la sustentabilidad fuerte requiere de medidas biofísicas (toneladas, joules, etc.) y de espacio
(hectáreas) que producen indicadores diferentes, nomonetarios, como la apropiación humana de la producción
primaria neta de los productos de la fotosíntesis (Vitousek et al., 1986), la huella ecológica (Wackernagel y Rees,
1996), los flujos de materiales y energía (la cantidad total de material usado en una economía en términos
físicos, que es una medida indirecta del impacto en el medio ambiente (Fischer-Kowalski, 1998; 1999), el
agua virtual (la cantidad de insumos de agua necesarios para obtener un producto), o la huella hídrica de una
persona, localidad, empresa o país (el volumen total de agua dulce que se utiliza para producir los bienes y
servicios consumidos) (Falconí, 2015, pág. 107).
René Ramírez elabora conceptualmente una métrica de la naturaleza que denomina Esperanza de vida de la naturaleza
(Ramírez, 2012, págs. 57-59):